Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos.
(Juan 5:1-2)
La gracia de Dios es un tema central en toda la narrativa bíblica. Desde el principio hasta el fin de las Escrituras, encontramos evidencias de Su favor inmerecido y Su amor inagotable hacia la humanidad. En Juan 5, encontramos una historia que encapsula este concepto de manera profunda: el estanque de Betesda. Este lugar, cuyo nombre significa "Casa de Gracia o Misericordia", tenía cinco pórticos que simbolizan las diversas manifestaciones de la gracia de Dios. En este artículo, exploraremos cómo estos cinco pórticos pueden ayudarnos a comprender y aprovechar las riquezas de la gracia divina en nuestra vida diaria.
En el Evangelio de Juan, se relata que en el estanque de Betesda yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos esperando la agitación del agua. La tradición indicaba que un ángel descendía para mover las aguas, y el primero que entraba después de esta agitación era sanado. Entre ellos estaba un hombre que había estado enfermo por treinta y ocho años, quien fue sanado por Jesús con un simple mandato: "Levántate, toma tu lecho y anda" (Juan 5:8). Esta historia no solo es un testimonio del poder de Jesús, sino también un retrato de la gracia activa y transformadora de Dios.
El primer aspecto de la gracia que encontramos en esta narrativa es la gracia sanadora. Jesús vio al hombre enfermo, conoció su condición y actuó con compasión para restaurarlo. La gracia sanadora de Dios no está limitada por tiempo, lugar ni circunstancia.
¿Qué significa esta gracia? Es el poder de Dios para restaurar lo que está roto, ya sea físico, emocional o espiritual. En Isaías 53:5 leemos: “Por sus llagas fuimos nosotros curados”. Esta promesa nos asegura que la sanidad está incluida en el pacto de la redención.
Charles Spurgeon dijo una vez: "La gracia nunca encuentra a un hombre sano; siempre lo encuentra enfermo y lo sana". Esto es evidente en la historia de Betesda, donde el hombre no tuvo que hacer nada para merecer su sanidad; fue un acto puramente inmerecido de gracia divina.
La aplicación para nosotros es clara: necesitamos acercarnos a Jesús con fe y esperanza, sabiendo que él puede sanar nuestras heridas, tanto visibles como invisibles. La gracia sanadora no solo restaura el cuerpo, sino también el alma.
El segundo pórtico representa la gracia transformadora, que cambia nuestra condición y nos lleva a una nueva vida. Cuando Jesús le dijo al hombre que se levantara y caminara, su sanidad fue instantánea y completa. Este acto de transformación es un testimonio del poder de Dios para renovar nuestras vidas.
Romanos 12:2 nos exhorta: “Sed transformados por medio de la renovación de vuestro entendimiento”. La transformación que produce la gracia no es superficial ni temporal; es profunda y duradera. Es el resultado de un encuentro genuino con Cristo.
A. W. Tozer lo explicó de esta manera: "La gracia no mejora al viejo hombre, lo transforma completamente". En el caso del hombre de Betesda, no solo fue sanado físicamente, sino que su vida entera fue cambiada. Pasó de ser un paralítico dependiente a un hombre libre y activo.
Nosotros también podemos experimentar esta gracia transformadora al permitir que Dios obre en nuestras vidas, renovando nuestra mente, sanando nuestras heridas emocionales y dándonos un propósito nuevo.
El tercer pórtico simboliza la gracia sostenedora, que nos capacita para vivir en santidad y perseverar en nuestra fe. Después de sanar al hombre, Jesús le dio una advertencia: “No peques más, para que no te venga alguna cosa peor” (Juan 5:14). Esta exhortación nos recuerda que la gracia no solo nos salva, sino que también nos sostiene en el camino correcto.
En 2 Corintios 12:9, Dios le dijo a Pablo: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Esta verdad es fundamental para entender que no podemos vivir la vida cristiana por nuestras propias fuerzas; necesitamos depender constantemente de la gracia de Dios.
John Newton, autor del himno "Sublime Gracia", declaró: "La gracia nos ha traído hasta aquí, y la gracia nos llevará a casa". Esta afirmación resalta que la gracia es un recurso continuo que nos sostiene en cada etapa de nuestra vida espiritual.
El cuarto pórtico representa la gracia inclusiva, que está disponible para todos sin excepción. En Juan 5:7, el hombre le dijo a Jesús: “No tengo quien me meta en el estanque”. Esta declaración refleja una situación de abandono y desamparo, pero también resalta la inclusividad de la gracia de Dios.
Efesios 2:8-9 afirma: “Por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. Esto significa que la gracia no discrimina ni excluye a nadie. Está disponible para el rico y el pobre, el fuerte y el débil, el santo y el pecador.
D.L. Moody dijo: "La gracia de Dios incluye al más vil de los pecadores". Este principio nos motiva a acercarnos a Jesús con la seguridad de que nunca seremos rechazados, independientemente de nuestras fallas o debilidades.
Finalmente, el quinto pórtico representa la gracia redentora, que restaura nuestra relación con Dios y nos permite experimentar la plenitud de la salvación. En Juan 5:17, Jesús declaró: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”. Esta afirmación subraya el compromiso constante de Dios con la redención de la humanidad.
Tito 2:11-12 nos dice: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente”. La gracia redentora no solo nos salva del pecado, sino que también nos equipa para vivir una vida de justicia y santidad.
John Stott escribió: "La gracia es amor que se preocupa y se inclina hacia abajo para rescatar y levantar". Este es el corazón de la gracia redentora: un amor activo y sacrificial que busca nuestra restauración.
La historia del estanque de Betesda nos muestra que los cinco pórticos no eran solo estructuras físicas, sino representaciones simbólicas de las diferentes dimensiones de la gracia de Dios. Cada pórtico nos invita a experimentar un aspecto particular de Su gracia:
La gracia sanadora restaura nuestro cuerpo y alma.
La gracia transformadora nos da una nueva vida.
La gracia sostenedora nos capacita para perseverar.
La gracia inclusiva nos asegura que todos somos bienvenidos.
La gracia redentora nos reconcilia con Dios y nos lleva a la plenitud.
Jesús nos llama hoy, como llamó al hombre en Betesda, a levantarnos, tomar nuestro lecho y caminar en la plenitud de Su gracia. ¿Estás dispuesto a aprovechar los cinco pórticos de la gracia en tu vida? Si la respuesta es sí, acércate a él con fe, porque Su gracia es suficiente para ti. "Levántate, toma tu lecho y anda".
Bendiciones...
Pastor Héctor Murillo